Mediodía, la escena se repite en el transcurso de toda la semana, excepto los sábados y domingos: una veintena de personas bajo el sol de febrero observa impaciente al chofer del camión elevar la caja del mismo y vaciar su contenido sobre el terreno. Ni bien el vehículo arranca todos corren como si se hubiera dado la señal de partida. Entre ellos Ramón. Con sus trece años, desgarbado y descalzo pero acostumbrado a estos menesteres, es de los primeros en llegar junto a la carga que el camión municipal recolector de residuos depositó en el basural. Se tira encima de las bolsas y cajas; la experiencia le indica que el olfato es su mejor arma para detectar las que contengan comida aún aprovechable. El olor a podrido que una despide le indica que no debe entretenerse con ella. Es que allí el tiempo es oro, y abrirla le demandaría segundos que varios podrían aprovechar para encontrar alimentos en otras. Además, nunca olvidará que Axel —el menor de sus seis hermanos— casi muere meses atrás por la intoxicación que le produjo ese pedazo putrefacto de pollo lleno de cucarachas que, al no haber ese día en la casa otro comestible, su madre lavó y volvió a cocinar.
Abre una, dos y diez bolsas, poco y nada encuentra; solo rescata un envase con algún resto de mayonesa, pan húmedo, dos papas, cartón, una birome llena de tinta y una revista de televisión por cable. De pronto observa una caja de pizza, algo mojada, y de inmediato se abalanza hacia ella, ya que Jonathan —el rubio que vive en el rancho de la esquina— al verlo adivinó su intención, y de no ser por la agilidad de Ramón se hubiera quedado con ella. Destapa la caja; la pizza está entera, hasta aceitunas tiene. Luego de sacar las hormigas y pasarle un trapo mojado, la calentarán y comerán los ocho junto a la mesa. Justo son ocho porciones, una para cada integrante de la familia.
Después de revisar unos minutos más, se va camino al rancho, con la caja en una mano y la bolsa con los deshechos en la otra; se siente contento a causa de la tarea cumplida: es el hijo mayor, el que debe cuidar y conseguir alimentos a sus hermanos. Ya tiene el almuerzo: pizza, un par de papas y pan. A la tarde regresará a la hora que llegan los últimos camiones y buscará la cena.
Mientras imagina la cara de alegría que pondrá su madre al ver la pizza, camina por la periferia de los desparramados residuos, pues arriba de ellos todavía hay chicos y mujeres que revuelven la basura. Mira hacia adelante y nota un movimiento entre las últimas bolsas: no es el viento, el día se encuentra calmo. Sigiloso se acerca y ve un animal de color gris oscuro con su cabeza hundida en el nylon; al mirar su cola, larga y fina, se da cuenta que es una rata, tan grande como el inmenso gato castrado del vecino que duerme en el techo del rancho. Deja la caja y la bolsa en el piso, toma del suelo una mitad de ladrillo con restos de revoque y a modo de un felino se arrastra hasta su presa. Entretenida con la comida la rata recién presiente el peligro cuando el cazador está sobre ella; intenta correr pero la mano con el ladrillo le aplasta la cabeza. El joven se incorpora, toma su víctima de la cola, y orgulloso reanuda la marcha ante la mirada envidiosa de los que siguen en busca de algo para comer.
Esta noche en el rancho de Ramón habrá banquete.
✍️Juan Luis Henares, 2018
📕Lápiz clandestino, Juan Luis Henares, Ana Editorial, Paraná, Argentina, 2018
📕Revista Literaria Ibídem N°14, México DF, México, 2020
🌐vagamundosmoleskin.wordpress.com, Madrid, España, 2019
🌐buenosrelatos.com, Barcelona, España, 2019
🌐masticadoressur.wordpress.com, Barcelona, España, 2020
🌐masticadoreslab.wordpress.com, Barcelona, España, 2020
🌐herederosdelkaos.blogspot.com, Barcelona, España, 2021
🌐masticadoresinfantiljuvenil.wordpress.com, Barcelona, España, 2021
Injusto mundo de la desigualdad, en el que unos comen del basural y otros compran botellas de vino de 6000€. Gracias por el relato ¿es del libro?
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Muy injusto Manuela; en Latinoamérica existen hoy muchas personas que comen de los restos de basura. A los gobiernos, poco les importa…
Exacto, este cuento está en Lápiz clandestino.
Abrazos!
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Fantástico relato, Juan Luis, gracias por permirme compartir.
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Gracias a vos por leerme!
Abrazo grande.
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Me ha impactado muchísimo. No hace mucho vi una imagen de cierto país latinoamericano en el que varios niños revolvían en una montaña de basura u no he podido evitar tenerla en mi mente durante toda la lectura. Como bien dices es muy injusto que los gobiernos miren hacia otro lado. Se supone que su función es proteger al pueblo y en lugar de eso abusan y les roban, sumiéndoles cada vez más en la pobreza.
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Frida, esa imagen a la que te refieres puede pertenecer a cualquier país latinoamericano: en todos sucede a diario. Los gobiernos, en realidad, en este sistema cumplen al pie de la letra con la función que les han otorgado: defender a muerte los privilegios de las clases dominantes. Y lo hacen muy bien. Algún día se dará vuelta la tortilla…
Abrazo!
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Muy bueno el basural!!!!me encantaría trabajarlo en las aulas en 2021. Voy a conocer más la obra. Gracias!!!!!!
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Hola Maximiliano, muchas gracias por tus palabras. Muchos de mis cuentos han sido trabajados en las escuelas, para mí es un orgullo que eso suceda. Por ejemplo: El amor de José, Noche de estrellas y El encuentro (los tres sobre violencia de género), El mosquito (agrotóxicos), Monseñor (abuso) y otros más. A todos los puedes encontrar en este blog.
Un abrazo y buen 2021!
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Qué triste y qué mal repartido está el mundo.
Ojalá algún día todo cambie.
Un abrazo🌹
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Exacto, está muy mal repartido. Pero, para que todo cambie, debemos ponernos ya manos a la obra. Es que como los de arriba nunca aceptarán perder sus privilegios, será cuestión de quitárselos!
Abrazo!
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Pues tienes toda la razón, se aferran al poder y al chupete que les permite vivir a costa de los que trabajan, porque ellos no hacen nada.
Ojalá la gente abra los ojos.
Buenas noches Juan Luis!🌹🙋🏼♀️
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Algún lejano día nuestros nietos vivirán en un mundo mejor.
Abrazo!
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Qué así sea!!🙋🏼♀️🌹💝
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Realidad…
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Lamentablemente es así: lo vemos todos los días a nuestro alrededor.
Abrazo!
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